Capítulo 1.

Madrugada del sábado 21 de marzo de 2037.

En algún lugar de la sierra madrileña.

Maniatada, magullada y aterida de frío. Unos instantes antes un insospechado enemigo la había arrojado sobre el duro suelo de pizarra, de lo que parecía la bodega del chalé al que había sido invitada. Alguien de su total confianza la llevó allí apenas unas pocas horas antes. Estaba muy asustada, no tenía ni la más remota idea de lo que iba a pasar con ella: quizás un permanente enclaustramiento en aquel sótano por un insano enamoramiento de su captor, o bien una petición de rescate a cambio de su vida. Sus padres no eran ricos, pero tampoco pobres. Seguro que su padre con su posición podría reunirlo pronto, como estaba segura de que ahora estaría ya buscándola por todas partes, o a lo peor, como aún era temprano esperaría a ver si llegaba por la mañana tras una juerga, como alguna otra vez en el pasado. Y… si fuera una venganza política… al fin y al cabo era la hija de un detestado ministro, concluyó.

 Se convenció de que nada de todo aquello había acontecido de momento, así que era mejor tranquilizarse. Lo único cierto que sabía era el nombre de su secuestrador, y aunque sorprendida, no dejaba de preguntarse qué era lo que aquel pretendía con esa asombrosa acción. Estaba en una casa segura, plácidamente adormilada tras yacer entre los brazos de su amor, cuando de pronto tuvo un abrupto despertar y su burbuja protectora explotó sin previo aviso. Unos poderosos brazos la habían arrastrado a un gélido y oscuro sótano. El raptor le había quitado el EPR de su oído y lo había machacado de un tremendo pisotón. Desconectada e ilocalizable. Sumida en el silencio.

Cada vez hacía más frío, debía ser noche cerrada, por algún resquicio se colaba un soplo helado que le hacía tiritar de frío y de miedo. Una vieja camiseta prestada era todo su abrigo.

No se oía nada: silencio absoluto. Su secuestrador no había dado señales de vida desde que la maniató, fotografió y arrojó sobre el frio suelo, haría ya un par de horas.

Al menos me podría haber echado en una cama, haberme dado algo de abrigo, algo de comer…

Tengo hambre, hijo de puta.

Tengo frío, cabrón.

Tengo miedo, papá.